Pero,
lo que realmente preocupa es que, dicha práctica, es mucho más
común de los que se esperaba, entre las clases altas y las medias,
ya que tienen más recursos, a la hora de hacer frente a un aborto,
que entre las clases bajas. Si se evita que una niña nazca, va a
significar evitar una futura carga económica que podría afectar, de
una manera muy importante, a la economía de la familia. Pero,
sorprende que los miembros de las clases más ricas, desde un punto
de vista económico, son las que están menos dispuestas, a la hora
de terminar con esta tradición. La pobreza que va unida a las
mujeres, tiene distintas consecuencias. Por ejemplo, nos vamos a
encontrar con una falta en las medidas de higiene, sanidad, alimentos
y en la educación, que va a impedir que una mujer pueda cubrir sus
necesidades mínimas y pueda alcanzar su dignidad, como ser humano. A
causa de esta situación, algunas familias prefieren vender a sus
hijas o las casan, a cambio de una cantidad económica. Estas jóvenes
se ven privadas de infancia, cuyo futuro se escribe, sin su voluntad,
desde el principio. Tras esta dura decisión, llegan más embarazos,
ya que los hombres se suelen negar a tomar algún método
anticonceptivo. Pero, las que tienen menos suerte, se van a enfrentar
a una situación llena de violencia y de abuso sexual.
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