Es cierto que estamos ante un caso muy particular, ya que Anguissola tuvo un punto a su favor: la cuna donde había nacido. Ella era de Cremona, en la Lombardía, hija del noble genovés Amilcare Anguissola y de Biance Ponzone, que era una mujer que tenía fortuna. El matrimonio tuvo un hijo y seis hijas, que fueron educadas en el camino de las artes, para que explotaran su sensibilidad y no las normas de la época. Cada una de las niñas, como el hijo, estudiaron y manifestaron el interés por el arte. Sofonisba era una joven astuta, muy inteligente y con gran decisión, que se concentró en el arte del autorretrato y de los temas familiares y quiso pasar por encima de aquellas ideas que le impedían poder pintar, por el mero hecho de no ser un hombre. Algunas de sus obras, realizadas durante sus años en la capital italiana, como es “Lucia, Minerva y Europa Anguissola jugando al ajedrez” (1555) demuestran a una artista valiente y que posee un carácter heterodoxo. En los autorretratos, por otro lado, no sólo busca cumplir con el canón de aparecer con ropas de faena y sosteniendo sus pinceles, con una imagen masculinizada, sino que su rostro aparece de manera frontal y abierta, algo que no era muy común en la época. Cuando tiene 27 años de edad, la pintora es llamada por Felipe II para formar parte de su corte, como confidente, dama de compañía y pintores de Isabel de Valois, su tercera esposa.
Foto: fuente
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